La vitamina D tiene la función de ayudar al organismo a absorber el calcio, por lo que es fundamental contar con unos niveles óptimos para garantizar un buen estado de la salud ósea y general del cuerpo.
En el ámbito de la ginecología, el déficit de los niveles de vitamina D puede comprometer la salud en todas las etapas de la vida la mujer, desde la adolescencia, pasando por el período fértil, el embarazo y la menopausia.
En la adolescencia, juega un papel importante para prevenir afecciones cardiovasculares y estados depresivos. En la edad fértil y en el embarazo, el déficit de esta vitamina pueden estar asociado a dificultades de fertilidad, mayor riesgo de diabetes gestacional o bajo peso el bebé al nacer. En la última etapa de la mujer, es esencial para prevenir problemas de osteoporosis, obesidad o diabetes.
¿Qué aporta en la salud de la mujer?
- Salud ósea: la vitamina D ayuda a absorber y utilizar el calcio y el fósforo, esencial para mantener los huesos sanos y evitar la pérdida de densidad ósea. En ginecología, la vitamina D es especialmente importante para prevenir la osteoporosis y fracturas de huesos.
- Fertilidad: puede influir en la fertilidad o trastornos de ovulación de la mujer.
- Síndrome premenstrual (SPM): alivia los síntomas del SMP como el dolor de cabeza, la hinchazón o la depresión.
- Infecciones del tracto urinario (ITU): se ha demostrado que la vitamina D ayuda a prevenir las ITU recurrentes en las mujeres.
- Complicaciones en el embarazo: ayuda a evitar complicaciones durante el embarazo, como la diabetes gestacional o el parto prematuro.
La mayoría de las mujeres pueden obtener suficiente vitamina D a través de una exposición adecuada al sol y una dieta equilibrada, aunque en ocasiones pueden necesitar suplementos para mantener sus correctos niveles. Para ello, es importante visitar al ginecólogo en Torroella de Montgrí para que prescriba el tratamiento más adecuado según el caso.
Algunos de los principales síntomas que pueden alertar de la deficiencia de la vitamina D en la mujer son el cansancio, un bajo estado de ánimo, nerviosismo, falta de concentración, dolor muscular o insomnio. En general, raramente se manifiestan de forma clara. Por ello, es esencial realizar revisiones periódicas al ginecólogo para que compruebe los niveles a través de un análisis clínico.